23 de septiembre de 2012

El buscador de la verdad

En un país remoto hace ya muchos años, un hombre muy ansioso, cansado de buscar la verdad por distintos medios decidió pedir la guía de un maestro que había alcanzado la iluminación. Solicitó seguirlo a todos lados para observarlo y poder adquirir de su conducta el poder del conocimiento.

El maestro, le dijo que difícilmente le bastaría observar y que sería muy raro que pudiera contar con la suficiente paciencia para no hacer ninguna pregunta ni emitir ningún juicio previo sobre lo que tuviera oportunidad de ver, sin embargo accedió a su pedido después que el hombre prometió mantenerse en silencio sin cuestionar ni criticar nada.

El maestro y su discípulo partieron en una barca para atravesar un caudaloso río y poder continuar el viaje en la otra orilla.



Una vez cruzado el río y antes de abandonar el barco, el sabio hizo una perforación en el piso hasta lograr hundirlo. Al ver esto, su acompañante no pudo evitar señalar a su maestro, que había destruido sin ninguna razón la embarcación que tan gentilmente le habían ofrecido.

Éste le contestó que sabía que no podría contenerse para juzgar su conducta a la luz de sus propios prejuicios sin conocer los motivos ni los propósitos que él tenía, de modo que su alumno se disculpó y volvió a prometerle que en adelante cerraría la boca.

Finalmente llegaron a un palacio, donde el rey los colmó de honores y donde fueron invitados a participar de una cacería para acompañar al hijo del poderoso monarca. En un momento en que el sabio se encontró a solas con el príncipe, se abalanzó contra él y le rompió un tobillo; huyendo posteriormente con su discípulo hacia la frontera para ponerse ambos a salvo. Su alumno no pudo contenerse y reprochó al sabio su conducta hacia quienes lo habían colmado de atenciones.

Éste, sin perturbarse, le dijo que estaba llevando a cabo su trabajo y que él en cambio, sin saber nada se empeñaba en seguir juzgándolo sin aprovechar la experiencia para aprender. Volvió a pedir perdón el discípulo y ambos continuaron viaje.

Al poco tiempo llegaron a una ciudad en la que no consiguieron que nadie los ayudara ni les diera ni siquiera un trozo de pan, y donde la muchedumbre le lanzó los perros para que se fueran. Una vez que se encontraron a salvo del inesperado ataque y habiendo llegado a las afueras de la ciudad, vieron a la vera del camino una pared derruida; entonces sorpresivamente, el maestro  pidió a su acompañante que lo ayudara a repararla.

Una vez completamente restaurada, el alumno no pudo contenerse y comenzó con su repertorio de juicios, extrañado como siempre de la conducta del sabio que se empeñaba en devolver bien por mal y mal por bien. Viendo que su discípulo era incapaz de no proferir juicios y de no hacer preguntas, el maestro decidió despedirlo, pero antes intentó explicarle su conducta.

El barco que había hundido no pudo ser utilizado por el tirano de esa comarca para invadir el territorio de sus vecinos, como era su intención; el joven a quién le torció el tobillo no era el hijo del rey, sino un usurpador que había tomado su lugar con la intención de apoderarse del reino; y el muro restaurado ocultaba un tesoro que les legó el padre a dos huérfanos que vivían en esa inhóspita ciudad de donde fueron expulsados, quienes ahora tendrían la oportunidad de tomar el poder, reformar la ciudad y expulsar al perverso rey.

El joven principiante comprendió la lección y se retiró avergonzado, dándose cuenta que aún no estaba preparado para estar dispuesto a elevarse  y estar en condiciones de conocer la verdad.

5 comentarios:

  1. Más o menos así es como me siento hoy.
    He pasado una mañana fantástica pero por la tarde una serie de preguntas se han empeñado en resonar en mi mente. Todas empezaban así: ¿Y si....

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    1. por la manera de empezar esas preguntas, me suena a cierto deseo de cambio... controla a esas preguntas, para qué no sature (ya de por sí normalmente saturada) a la mente "parlanchina" :)

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  2. Cada uno tiene su propio viaje y forma de llevarlo según sus aprendizajes de vida, a veces por eso no podemos entender el camino y las acciones del camino de otros, porque no es el nuestro;realmente creo que ya somos sabios, sólo tenemos que descubrirlo mientras andamos nuestro propio camino y aprendemos de él y con él.Realmente una historia bonita y de la que se puede "sacar" mucho aprendizaje.Gracias por la entrada

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  3. No sé...a mi me ha gustado. A veces a la gente se le juzga sin saber. ¿Por qué se ha de justificar siempre lo que haces? si alguien te quiere y confía en ti, debería saber que lo que haces, lo haces por una buena razón.
    Y, lo mismo, deberíamos pensar de los demás...otra cosa es que ya dejemos de confiar en alguien...entonces ya...es todo diferente.

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  4. Buscar nuestra verdad, un duro aprendizaje y una entrada muy buena para reflexionar.
    Saludos Manu

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